El mayor y la menor: "Andrés" y "Catín", protagonistas del drama de la Historia
Lejos del melodrama fácil y trivial que su título de bolero de Agustín Lara podría sugerir, la adaptación del clásico de Ángeles Mastretta que nos ocupa es una sólida producción de época, con notables interpretaciones (el admirable Daniel Giménez Cacho y la sorprendente Ana Claudia Talancón) y la fotografía a cargo del maestro Javier Aguirresarobe. Tales virtudes no obstante, la épica trama de violenta corrupción política y turbia maduración personal ambientada durante los cacicazgos posteriores a la Revolución Mexicana adolece de una cierta irregularidad dramática (ese inestable, folletinesco idilio con el director de orquesta) y, en general, de un academicismo (a veces aun torpe: véase los iniciales encuentros repetitivos de Giménez Cacho y Talancón al amparo de un umbral idéntico en el mismo lado izquierdo del encuadre, una estéril simetría) que resta vuelo al conjunto (por debajo de las 2 horas de metraje). Por lo demás, la narrativa que se despliega desde la mirada íntima de la feminista heroína de Mastretta --una niña-mujer que en su rebeldía evoca la poesía de Pina Pellicer y la empatía de García Márquez, y hasta la influencia de Scarlett O'Hara-- se sigue con intriga y fruición. (Isela Vega es la gitana que decide su destino sexual, primero, y años después, sin proponérselo, su negra viudez.)