lunes, 25 de febrero de 2013

Argo (2012)

Ben Affleck (Tony Mendez) y el estupendo Bryan Cranston

Dignísima (y flamante) ganadora del Premio de la Academia a la Mejor Película, esta producción de George Clooney es dirigida por Ben Affleck con talento incuestionable (no obstante, sin oportuno reconocimiento): inspirada en una historia real --el rescate imposible de seis diplomáticos americanos en el Irán de 1980 (la misma postal de pesadilla que Alan Parker inmortalizó en Midnight Express) a través de la farsa de un proyecto fílmico-- que parece inventada para el Hollywood más progresista, se trata de una experiencia audiovisual que llena el intelecto sin entorpecer su enérgico ritmo narrativo y sorprende igualmente las emociones primitivas como las elevadas, una cinta que examina los distintos puntos de vista morales con logrado equilibrio y remata el despliegue de un suspense maravillosamente insoportable con la conmoción psicológica necesaria e imprevista, evidencia de su rendido espectador. Guión, edición y actuaciones contribuyen decisivamente a un resultado final totalmente satisfactorio, uno que enlaza la pasión cinematográfica con el juicio de la crónica humana, cuya objetividad será siempre parcial; es precisamente la admirable admisión de esta eventualidad el triunfo espiritual de una virtuosa labor formal que ningún aficionado debería perderse.

domingo, 10 de febrero de 2013

Twilight Zone: The Movie (1983)


El largo cinematográfico en el cual cuatro “renombrados” realizadores rendían homenaje a una serie que revolucionó la ficción televisiva hacia fines de los cincuentas, irónicamente debe de ver mitigada la impresión de blandura o de material demasiado suave, demasiado pobre para su expansión en las pantallas grandes de los primeros ochentas, dentro del contexto mucho más adecuado de sus transmisiones de televisión y de su edición en video digital siempre para consumo casero --esto es, desde hace veinte años más o menos. El mejor o menos torpe episodio de este producto casi indigno de sus autores (indigno de Spielberg, anyway) continúa siendo el dirigido por George Miller con el protagonismo de John Lithgow; su trama hace, por supuesto, que tal sempiterno y unánime veredicto sea inmediatamente comprensible: un escritor de libros científicos, no muy simpatizante de los viajes en avión, cree ver a una especie de monstruo o demonio en el acto mismo de atacar uno de los motores durante el vuelo nocturno que, así, se convierte en su pesadilla mortal. El resto del metraje justifica absolutamente menos, si cabe, la violenta y trágica desaparición de Vic Morrow y dos niños en el set de la historia inicial, dirigida por John Landis: una mediocre puesta en escena (alrededor de un racista contumaz bien representado por el Artie West de Blackboard Jungle) que anticipa el decepcionante episodio siguiente, donde el artífice de Jaws y E.T. resultaría irreconocible de no ser por el asunto infantil en cuestión. Para cuando llegamos a la algo inquietante, aunque para nada lo bastante inquietante, obrita de Joe Dante, es ya muy tarde para rescatar sino únicamente la decente tormenta aérea del final.

 

martes, 5 de febrero de 2013

Twixt (2011)


Sería bueno mencionar con más frecuencia que el director de The Godfather es un autor bastante interesante en el género de horror. Ya a principios de los sesentas, su Dementia 13 revelaba una voluntad de originalidad y un instinto revitalizador. No sería casualidad que, en los noventas, Bram Stoker’s Dracula (que bien, y más fielmente, podría haberse intitulado Francis Coppola’s Dracula) supusiese el bautismo de sangre fresca requerido por un medio que avanzaba a pasos cada vez más frenéticos --técnicamente, si hemos de ser precisos. No será, entonces, difícil de entender por qué esta pequeña pieza de su producción (que, después del presupuesto de Dracula, se inscribe en la línea más modesta de Dementia) es una obra sumamente personal.

Intentando exorcizar ciertos demonios de su biografía --para ser exactos: su sentimiento de culpa debido a la trágica muerte de uno de sus hijos en un accidente náutico--, Coppola recurre a su genio narrativo para confeccionar un poema visual que rinde todo el homenaje a Poe ausente en la (nunca más inoportunamente) ordinaria (y mal llamada) The Raven. En su fase de Elvis gordo (o quizá el Morrison de L.A. Woman le sea una imagen menos vanidosa), Val Kilmer es un alter ego acaso demasiado reminiscente de Brando. En otra sensible actuación, Kilmer protagoniza un relato básicamente gótico, abierto por el realizador en un experimento estilístico apreciablemente exitoso. La fascinante Elle Fanning es una versión rubia de Virginia Clemm, la niña-mujer de pelo negro cuervo, labios rojo sangre y piel blanca nieve; su historia combina, además, los tormentos de la Casa Usher con los de Fortunato el emparedado.