miércoles, 9 de mayo de 2012

Sedotta e abbandonata (1964)


La agreste tierra siciliana ha cobijado bajo su sol inclemente una abigarrada gama de pasiones legendarias. Las estrictamente violentas, gansteriles tuvieron que inspirar a Mario Puzo y Francis Coppola una épica definitiva, pues una película como Salvatore Giuliano resulta demasiado documental, inaccesible, cruda vista hoy. En cambio, el cine de Pietro Germi sigue transmitiendo aquel pulso más vital que cinemático, más cinemático que histórico. Las películas de Germi son un tratado satírico acerca del honor conyugal y familiar, las pasiones que trata un crisol emocional que le sirve de prisma a través del cual contemplar las costumbres rígidas de una sociedad cerrada en sí misma e hipócritamente conservadora hasta la muerte con humor inevitablemente resignado. En su mejor título, la superlativamente bella Stefania Sandrelli (estrella fetiche del cineasta, cómo no) compone la figura de cenicienta de una quinceañera mancillada en su honor de mujer por encontrar atractivo al feúcho prometido de su hermana, lo cual desencadenará toda una serie de maquinaciones iniciadas por el patriarca (Saro Urzì en, muy adecuadamente, la sensacional actuación que impulsa la cinta como tal) con la finalidad de escamotear a su familia entera el rol de víctimas inermes de sus propios amigos y vecinos. También recomendables son Divorzio all'italiana (1961), de la que ésta es una especie de revisión formal, y Alfredo, Alfredo (1972), postrero filme del director y un favorito personal del cronista.

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