La agreste tierra siciliana ha cobijado bajo su sol
inclemente una abigarrada gama de pasiones legendarias. Las estrictamente
violentas, gansteriles tuvieron que inspirar a Mario Puzo y Francis Coppola una
épica definitiva, pues una película como Salvatore Giuliano resulta demasiado
documental, inaccesible, cruda vista hoy. En cambio, el cine de Pietro Germi
sigue transmitiendo aquel pulso más vital que cinemático, más cinemático que histórico. Las películas de Germi son un
tratado satírico acerca del honor conyugal y familiar, las pasiones que trata
un crisol emocional que le sirve de prisma a través del cual contemplar las costumbres
rígidas de una sociedad cerrada en sí misma e hipócritamente conservadora
hasta la muerte con humor inevitablemente resignado. En su mejor título, la
superlativamente bella Stefania Sandrelli (estrella fetiche del cineasta, cómo
no) compone la figura de cenicienta de una quinceañera mancillada en su honor
de mujer por encontrar atractivo al feúcho prometido de su hermana, lo cual desencadenará
toda una serie de maquinaciones iniciadas por el patriarca (Saro Urzì en, muy
adecuadamente, la sensacional actuación que impulsa la cinta como tal) con la
finalidad de escamotear a su familia entera el rol de víctimas inermes de sus
propios amigos y vecinos. También recomendables son Divorzio all'italiana (1961),
de la que ésta es una especie de revisión formal, y Alfredo,
Alfredo (1972), postrero filme del director y un favorito personal del cronista.
miércoles, 9 de mayo de 2012
Sedotta e abbandonata (1964)
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