Es ésta una de esas obras maestras insólitas, inesperadas en un género tan digno como es el de acción, típicamente aún poco adepto a los dramas existenciales teñidos de humanismo trascendente. Paul Greengrass y Billy Ray, director y guionista, respectivamente, logran arribar al puerto de la parábola sin descuidar el suspense ni el carácter documental que nutren al film con su mezcla propia de anécdota histórica y ambigüedad moral; para ello, los cineastas preparan al espectador con prolegómenos que apuntan hacia esa certeza de la incertidumbre subrayada por el estilo improvisatorio de un rodaje minuciosamente planeado. En la que es sin lugar a dudas una de sus más admirables proezas interpretativas, Tom Hanks es el Capitán Phillips, un marino capaz de observar la mano sigilosa e indócil del destino, cuando su navío se convierte en el primer barco mercante americano en caer en las redes de la piratería, cerca de la costa de Somalia en el Océano Índico. El líder de los desesperados bandidos es Abduwali Muse, un pescador malviviente para quien la consecución de su crimen parece ser la última oportunidad de transformar su existencia en algo que merezca ser contado; Barkhad Abdi, ganador del BAFTA por su rol, inviste a Muse con la suerte de empatía antiheroica que ha caracterizado a los villanos mejores del cine, la fatalidad de su empresa tan deudora de la de Al Pacino en Dog Day Afternoon (1975) como Abdi lo es de aquel mismo modo de llenar la pantalla con irónico naturalismo --máxime cuando se trata de un personaje con los contornos precisamente delineados para lucir como el reflejo inverso pero idéntico de Phillips, un Hanks de catadura pasmosamente vulnerable cuya metafísica de la emoción embarga al espectador hasta abrumarlo por sobre cualquier posibilidad de que su secuestrador adquiera un protagonismo incorrecto --más allá de la frase más poderosa de la película. *****/*****
lunes, 31 de marzo de 2014
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