La cinta dirigida por Tito Davison,
más que al melodrama mexicano como es conocido y reconocido en el bolero de
Manuel Esperón del mismo nombre (cantado por el personaje que interpreta, no exactamente por nuestra diva), le debe su empaque a las intrigas de espionaje
como Notorious (1946) y al film noir en general. Esta vez en cierto modo una aparente
femme fatale --o al menos una forzada a asumir su rol por el adverso destino,
más objetivamente que en otras ocasiones--, María Félix es la
misteriosa Lena Kovacs, inmigrante que en el México de la inmediata posguerra
seduce (con la facilidad de la primera vista, por supuesto) a un maduro
industrial (Fernando Soler), viudo y con una joven hija. El secreto que impulsa
a la protagonista se verá en peligro a la presencia del inmoral Ernesto
(adecuadísimo Tito Junco), socio de la víctima. Por fortuna (¿?), Lena
también inspira otra clase de afecto en Mario (Julián Soler), profesional de la
psicopatología y decente persona.
Producción al servicio de una particularmente
deslumbrante Doña --obsérvese el (innecesariamente) esforzado diseño de vestuario, así como la atenta fotografía de Alex Phillips--, sobre un guión de José Revueltas
y Xavier Villaurrutia que, pese a un tono de solemnidad que llega a limar su
mensaje, logra comunicar la compleja, imposible de desenredar, urdimbre de las
pasiones humanas y los actos, mezquinos o generosos, consecuencia de ellas,
dentro de un contexto histórico cuya tenue precisión acaso contribuye a su
intemporalidad. 3/5
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